Virgen de Vladímir
La Virgen de Vladímir es un icono de principios del siglo XII, uno de los más célebres y venerados de Rusia. Desde 1930 se conserva en la galería Tretiakov de Moscú.
El icono fue trasladado de Constantinopla (Bizancio) a Kiev. En 1155 el príncipe Andréi Bogolubski se lo llevó a Vladímir, capital del noroeste de Rusia (a lo que se debe su nombre), donde se conservó durante mucho tiempo. Después de la victoria de los rusos sobre los tártaros (que se le adjudicó a la ayuda de la Virgen) y con el enaltecimiento de Moscovia, el icono fue colocado en la Catedral de la Asunción del Kremlin de Moscú.
Las capas más antiguas de pintura se conservaron principalmente en los rostros de la Virgen y del Niño. Casi todo lo demás es pintura posterior de los siglos XIII al XVI.
El icono está pintado en tablas con pintura mineral y vegetal muy consistente, disuelta en yema de huevo (temple). Las figuras de María y del Niño Jesús se hallan unidas por la suave linea del contorno. El rostro de la madre, cariñoso y severo al mismo tiempo, está pincelado con finura y delicadeza sorprendentes, los cambios de color son casi imperceptibles. Resaltan sus ojos grandes, llenos de profunda pena e inmensa angustia por el destino de su hijo.
La imagen de "La Virgen de Vladímir" fue muy popular en la Rusia Antigua. Los maestros rusos crearon numerosas obras tomando como modelo este icono donde el Niño se aprieta a la mejilla de su madre en muda caricia (en la iconografía rusa este modo de presentar a la Virgen lleva el nombre de "La Ternura", Eleusa).
La Virgen de Vladímir fue muy venerada en Rusia donde se le dio el sobrenombre de “Madre de Rusia” y ante ella, como protectora del país, era coronado el zar y consagrados los patriarcas.
Desde 1930 se conserva en la galería Tretiakov de Moscú.
Véase también
Anexo:Imágenes ortodoxos de la Virgen María
Enlaces externos
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EL ICONO DE
NUESTRA SEÑORA DE VLADIMIR
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Por Luis Silvestre Casas
Capuchino
INTRODUCCIÓN
Para entender el sentido de los iconos es necesario comprender la complementariedad entre la Palabra de Dios y la imagen sagrada: lo que la palabra lleva al oído, la imagen lo lleva a los ojos, haciendo accesible el misterio de una forma humana.
Cristo es a la vez Palabra del Padre e Imagen del Padre. El Evangelio es palabra, pero refiere unos episodios que pueden ser representados, porque el cristiano tiene oídos para escuchar la palabra de Dios, pero también ojos para contemplar el misterio e interiorizarlo.
Ante nuestros ojos la imagen es como una ventana que se nos abre, para entrar en comunión con Cristo, con la Madre de Dios y con los santos. La imagen es recuerdo y lugar de encuentro de miradas y presencias que nos invita a la contemplación y también a la imitación, a realizar en nuestra vida lo que vemos, a revivirlo interiormente.
En la oración ante una imagen de Cristo o de la Virgen no sólo miramos, sino que nos sentimos mirados por Alguien que nos ama. La contemplación es en este caso una forma de contemplar lo Invisible, para que contemplando las cosas visiblemente, seamos llevados al amor de lo invisible.
EL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DE VLADIMIR
Esta representación de la Madre de Dios es uno de los iconos más populares, difundidos y reproducidos en todo el mundo. Procede de Constantinopla, y está vinculado a la historia de Rusia. Ante el era coronado el Zar y consagrados los Patriarcas, y desde el siglo XIV se venera esta imagen de la Virgen como “Madre de Rusia”.
Dentro de la iconografía mariana existen muchos y distintos modos de representar a la Madre de Dios. El icono de Vladimir pertenece al tipo Eleousa, es decir, de la ternura, y al de la Hodigitria, la que muestra el camino. La Virgen lleva al Niño sobre el brazo izquierdo y lo señala con la mano derecha a la vez que lo estrecha en su seno, resaltando el aspecto materno de la Virgen y mostrando al Hijo, camino que ha de seguirse.
Los ojos de la Virgen son melancólicos y parecen que expresan la tristeza del mundo y el sufrimiento terreno de María; su mano derecha muestra el camino hacia el Padre a la vez que intercede ante Cristo; las tres estrellas del manto son signo de la santificación de la Trinidad, como Madre de Dios, y de su triple virginidad; los labios son finos y pálidos, que callan ante el Misterio de Dios; el manto representa el modo de vestir propio de las mujeres desposadas en tiempos de Jesús. El rostro del Niño es serio, pero no muestra severidad sino seguridad. De esta manera se encuentran la turbación y la confusión de lo creado, representado en la Virgen, y la seguridad y dulzura del Creador, representado en el Niño.
Este icono rebosa, pues, de amor del Señor hacia nosotros y tiene un profundo sentido cristológico, porque María es el camino que conduce a Cristo.